Artículos y

documentos históricos

Tradicionalmente el carácter agrario de la alpujarra ha sido primordial, siendo la agricultura la principal fuente de riqueza y el motor de su economía junto con la minería. Ya en el siglo XVI, los moriscos eran buenos cultivadores de viña, y lo hicieron en todos los pueblos donde habia tierras de secano que permitía el cultivo, en Almegijar se apearon 647 majales de viña, en Cástaras 658 majales; en Cádiar, 1144 majales; en Yator, que no se apearon en majales sino que se contaron las cepas, había 75.000 cepas(1) .

Con respecto a la agricultura, cabe destacar el peso específico que a mediados del siglo XIX tiene el cultivo de la vid, sobre todo en la Contraviesa y Baja alpujarra. García Manrique, escribe al respecto, que el viñedo alpujarreño,” ha tenido una historia muy brillante en los siglos XVIII y XIX cuando Málaga y la Contraviesa eran los dos puntos vitícolas de la costa mediterránea andaluza que exportaban al extranjero sus vinos y sus pasas en un comercio muy activo. El núcleo de la Contraviesa era menor, en una costa carente de puertos y quedaba oscurecido por la vitalidad del puerto de Málaga, del cual se había convertido en su satélite.”(2) De ello deducimos que la Contraviesa estaba considerada en esta época como una zona rica y próspera que sobresale del resto de las comarcas granadinas.

D. Luis Morell y Terry, perito agrícola con 17 años en 1878, refiriendose a la floracion y fruto de la vid ofrece los siguientes datos: ” aletargada esta planta hasta que la temperatura media se eleva a +9º5 en que la actividad vital comienza a manifestarse, verifícase la floración cuando aquella oscila entre +12º y +14º y las florescencia cuando llega a +17º y +18º, alcanzando sus frutos madurez completa cuando ha recibido una suma de 2600º de calor para las variedades blancas y precoces (Pedro Jiménez) y 2680º para las variedades rojas, a contar desde el momento de la floración, hasta que la temperatura media desciende en el otoño a +12º5 “(3).Todo este proceso necesitara que hayan transcurrido 173 días.

La clase de terrenos más propicios para el cultivo de la vid son sobre pizarra arcillosa la cual, descomponiéndose por la acción del tiempo, pone de manifiesto gran cantidad de silicatos alcalinos indispensables para que la vid vegete, encontrándose en el mosto, una porción de principios minerales, como el bitartrato de potasa.

El viajero y naturalista del s.XVIII Simón de Rojas Clemente, escribe que ” en la Alpujarra existe extensas porciones de tierra de esta misma pizarra, que serían inútil para otros cultivos (por lo descarnado y pendiente del terreno ) y que debería dedicarse a frondosos viñedos.”(4)…El mismo autor apunta que el cultivo de la vid ha provocado un rápido aumento de población y que aumentaría mucho más si se continuase plantando vides en estos terrenos pizarrosos.

Las variedades de vid que más se cultivaban en la alpujarra son: Temprana, Listán, Jaén blanco, Albillo, Tinto, Jiménez (muy apreciado para hacer vinos en Torvizcón, Alfornón y otros pueblos de la Contraviesa, pero sin crédito en la alpujarra para hacer aguardiente ) Vigiriega en Ugíjar, Pítres, Tímar, Torvizcón y otros pueblos de la alpujarra; Lanjarón uva de pasa.
Según un informe del año 1888, el término medio de producción de uva por hectárea en la provincia de Granada puede calcularse en terrenos de regadío entre 3700 Kg/hectárea y 2600 kg/hectárea en los de secano ; el precio medio de los 100 Kg de uva es de 6,75 ptas y 100 kg de uva producen 50,65 litros de vino(5).

El geógrafo y político de mediados del s.XIX Pascual Madoz en su diccionario geográfico, señala que las producciones más importantes de Albuñol son de 70.000 arrobas y la pasa 12000 arrobas, consumiéndose el primero, en su mayor parte, en la fabricación de espíritu, que se exporta a Jerez, para beneficio de aquellos vinos (6).

Las zonas productoras de vino de la provincia de Granada a mediados del S.XIX por orden de importancia son: la primera zona correspondía a los partidos judiciales de Albuñol, Motril,Órgiva, Ugijar,la segunda la formaron Baza, Guadix, Huescar e Iznalloz y la tercera zona, la formaban las poblaciones de Granada, Santa Fe, Loja y Montefrío.

El periódico el Defensor de Granada con fecha 10-1-1884, escribe en repetidas ocasiones sobre la calidad de los vinos de la alpujarra y dice : “…en esta zona, encumbrada en altos montes y protegidos sus valles y praderas por gigantescas rocas que preservan de los helados vientos de la próxima Sierra Nevada, ve brotar en sus ferocísimos terrenos sin grandes esfuerzos de sus habitantes, que incomunicados con el resto del mundo, diversas y notables producciones, descollando entre ellas deliciosos vinos de gran fuerza alcohólica y de especiales condiciones para el vino paso. Los vinos de la Alpujarra tendrían especial aceptación en extranjeros mercados y lo ha demostrado mas de una vez la experiencia; su fuerza alcohólica que a veces fluctúa entre 20º y 22º,su aroma o bouqelt les hizo en otro tiempo tan aceptables a los comisionistas franceses que hicieron notables demandas…”(7)

Pero la calidad de los caldos tal y como lo describe el referido periódico, no iba acompañado de buenos precios con respecto a la venta de que tenían en la provincia vecina de Málaga. Además en el año 1884, el ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación formula un interrogatorio al Ayuntamiento de Albuñol, en el que responde que : la carencia de caminos vecinales hace que los vinos de la alpujarra y de otras localidades se vendan a bajo precio por lo costoso del transporte y los crecidos derechos del consumo. (8)

Según D. Luis Morell, los defectos o problemas más generalizados que adolece el cultivo de la vid en la Alpujarra son : la mezcla de diferentes variedades de cepas en una misma viña, la no muy esmerada elección de vides, poda defectuosa y por lo general demasiado larga, la escasez de labores que no se dan de forma escrupulosa y la escasez de abonos. Señala que muchos pueblos los ganados pastan en las viñas y pisotean el terreno. Cree que para mejorar la producción y rendimiento debe llevarse a cabo el deslechugado, despampano y despunte de vástagos que en muchos sitios no se hace, esto expondría a la vid a una mayor influencia solar, produciendo más azucarados frutos.
En el año 1860 aparece la plaga de la filoxera en Francia y de esta manera aumenta la exportación de vinos andaluces, principalmente a Inglaterra y Francia, pero por poco tiempo; pues en el año 1884 este terrible pulgón americano, (D. Luis Morell le llama voraz hemíptero) visita el viñedo español incluida la Alpujarra. La filoxera arrasó, casi en su totalidad los cerros de la Contraviesa que estaban poblados de viñas. Fueron inutilizadas un total de 8278 hectáreas destacando Albondón y Murtas respectivamente con 2160y 1325 hectáreas.(9)

La razón que aduce el famoso perito, D. Luis Morell, sobre la llegada de la filoxera a la Alpujarra es que obreros de la misma se desplazaban a hacer trabajos agrícolas a Málaga y que posiblemente transportaron los genes de la infección en las herramientas o en los calzados o ropas, porque no era posible que el parásito atravesara la Sierra-Tejea, la cuenca del Guadalfeo o las comarcas de Almuñecar y Motril límites que separan esta provincia de la de Málaga. Más tarde se comprobó que el origen de la infección procedía de unos sarmientos importados de Málaga. (10)

En definitiva, la plaga ocasionó en la comarca la rápida desaparición de una de las fuentes de riqueza más saneadas de la zona y como consecuencia de ello una bajada de la población.

BIBLIOGRAFIA:
1. Rodríguez Monteoliva, Faustino, Lobras y Tímar. Estudios sobre la repoblación de La Alpujarra. Ayuntamiento de Lobras, p. 138.
2. García Manrique, J. El viñedo en la costa alpujarreña. Estudio geográfico de Andalucía Oriental, 1974, p.511.
3. Morell y Terry, Luis; Estudio sobre las causas de la decadencia de agricultura en la provincia de Granada y medios para regenerarla, Archivum, Granada, 1997, p.72.
4. Rojas Clemente y Rubio, Simón de. Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía. Biblioteca de Andalucía, p. 15.
5. Morell y Terry, Luís. O.c., p.79
6. Madoz, Pascual, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España, 1845-50. Ámbito, Valladolid, 1987 (tomo de Granada, p.31).
7. Vargas Lorente, P. Distrito Albuñol, siglo XIX, Ayuntamiento de Albuñol, 1995. p.22.
8. Vargas Lorente, P. o.c. p.22
9. Vargas Lorente, P. o.c. p.22-23.
10. Morell y Terry, Luís, o.c. p.81.

UN ARTÍCULO SOBRE LA ALPUJARRA, CON PRECEDENTE, Y SU RESPUESTA

Una de las fuentes tradicionales de información sobre La Alpujarra han sido los datos aportados por los viajeros que a ella han sido atraídos, como un imán, a lo largo de los tiempos.

Viajeros ha habido de muchos tipos, desde el simple curioso hasta el científico, pasando por toda la gama y clasificaciones que se nos pueda ocurrir, ardua tarea ajena a este trabajo.

El final del siglo XX puso de moda La Alpujarra para muchas personas, nativas y foráneas, como lugar ideal para vivir. Previamente había expulsado a muchos de sus hijos por motivos de todos conocidos, son abundantísimas las crónicas modernas de alpujarreños preocupados por algo ahora tan actual en la Unión Europea como es la despoblación de determinadas comarcas.

Pero viajar a La Alpujarra a mediados del siglo que acaba de dejarnos, muchos de vds lo recordarán, aún podía ser una aventura, circunstancia que nos podría llevar a extraer conclusiones sobre la actuación de gobiernos y “quien corresponda” respecto a este hecho, cosa también ajena al asunto que hoy nos ocupa.

EL PRECEDENTE.

El 23 de julio de 1953, en la sección “El Campo” de Ideal, se publica una información de casi dos páginas firmada por B. De Píñar sobre la agricultura alpujarreña bajo el título “Más de cien vagones de habichuela selecta se producen en la Alpujarra”, continúan los subtítulos “Las cosechas de patatas y habichuelas suponen más de 20 millones de pts. en los pueblos más altos de España” y, suponemos que el “autor-agricultor” habría participado en las tareas propias del campo por lo que sigue, “En las labores altas de la sierra no se siente el calor”. Pero este no es tampoco nuestro objetivo de hoy, en otro momento hablaremos del campo alpujarreño, lo que nos interesa es que, dentro de la crónica, dedica un apartado al viaje, dice así.

“no es ni fácil ni cómodo el organizar ni realizar un viaje para varias jornadas de permanencia en las sierras de la Alpujarra. Sólo, cada día, sale desde Granada un más gruñón aún que vetusto autobús de viajeros que por la carretera de Motril, en la Venta de las Angustias, tuerce hacia Lanjarón y Orgiva para cruzar por el Guadalfeo desde donde siempre, por un ininterrumpido curso de más o menos peligrosas curvas en ascenso, atravesar el árido paisaje de la vertiente Norte del macizo montañoso de la Contraviesa. Se pasa Torvizcón, entre también aridez de cerros pelados en los que se salpica alguno de viñedo y almendral encaramándose después desde Cádiar a Mecina Bombarón.

Como datos curiosos son de apuntar el que esta carretera es, desde Órgiva, tan poco frecuentada que en todo el trayecto, desde la población de Mecina, no cruzamos, ni nos adelantó tampoco, ningún otro vehículo de motor ni de sangre.

La velocidad media, que además es la normal del autobús de ésta línea, apenas pasa de los 16 kilómetros por hora ya que fueron seis las que invertimos en el recorrido de los cien que, por carretera, escasamente separan a Granada de Mecina”.

Hasta aquí la parte de la crónica referente al viaje, amén de preguntarnos donde estaban las habichuelas y patatas en el desierto que describe, vemos una vía y un medio de comunicación insuficientes, por decirlo de alguna manera , una densidad de tráfico de escalofrío y la dificultad para “organizar un viaje de varios días” que infinidad de viajeros habían realizado anteriormente con medios aún más precarios, por no hablar de los desplazamientos de los propios alpujarreños.

EL ARTÍCULO.

Cuatro años después, Ideal de 8 de agosto de 1957, se publica un artículo cuyo objetivo era atraer el turismo de verano hacia la Alpujarra, lo que hoy llamamos turismo rural o de montaña. En el mismo, el autor, proclama las más briosas alabanzas a la magnífica temperatura estival, tanto durante el día (26º) como durante la noche (12º), la belleza del paisaje, la pureza y riqueza de sus aguas “agrias” y de “gaseosa”, los frondosos bosques de castaños y nogueras, la caza, etc. concluyendo que “el día que se exploten las magníficas condiciones que para el veraneo ofrece Sierra Nevada seremos la envidia del mundo entero”. Incluso apuntaba las necesidades, y hasta las consecuencias, del desarrollo turístico “entonces ya comenzarán a descubrir [los alpujarreños] los “motoristas”…”, “entonces por estos, hasta aquí solitarios paisajes, se alcen, hoteles, fondas y pensiones, se abran caminos, de instalen “campings”, acudan extranjeros que divulguen y entonces cacarearemos muy alto el presumir de poseer lo que, si bien encauzado, el mundo nos habría de envidiar”.

Desconocemos si por incluir un alegato de denuncia o por lo realmente mal que lo había pasado hasta llegar al añorado paraíso alpujarreño, el caso es que el titular principal era “La carencia de acomodos y comunicaciones impiden veraneos de delicia en la Sierra” e incluía, además de lo arriba apuntado, una serie de observaciones capaces de desanimar al más curtido viajero.

“A pesar de que el billete resulta por unos 66 céntimos kilómetro y persona, no es este un viaje cómodo, ni grato, que para cubrir los poco más de cien kilómetros que por tortuosa y, desde Lanjarón solitaria carretera que une Granada con Mecina Bombarón en donde, al llegar me libro del tormento que a los viajeros nos proporciona el único, a punto de horno caldeado, autobús que a diario hace este servicio en el que según el conductor que lo lleva, si no hay avería u otro contratiempo, un día invierte seis horas y media y otro una menos. Es decir, que la media sale, si con el conductor rápido, a 20 por hora y si con el que para más, a 16… No tuve suerte y el pasado sábado me “tocó” el de las interminables paradas de Órgiva, Torvizcón y Cádiar, con el coche en la carretera recibiendo por la plenitud de su integridad los rayos del sol en medio día y junto a ventorros, mal llamados “bares”, en los que el hielo, si acaso, entra tan solo el día de la función del Patrón del pueblo, y en los que solo es posible tomar una botella de cerveza caliente, una copa de vino de la Contraviesa, también a la temperatura que el ambiente impone, o una copa de endemoniado aguardiente.”

Y remata la faena, “… tras abandonar aquel instrumento de tortura…”, con otras lindezas que ojos cadiareños también cazaron al vuelo “… día llegará en que se mejoren las comunicaciones, haya posibilidades de hospedaje y los hombres de estos pueblos, como ocurre en Lanjarón, se den cuenta de que el veraneante no es el blanco para una explotación inicua…”.

Seguro que los legendarios y aguerridos Stanley y Livingstonese lo habrían pensado antes de iniciar semejante aventura. Ciertamente el planteamiento no era el más adecuado para atraer al turista, a pesar del paraíso natural que se prometía. Pero ¿adivinan quíen es el autor del artículo?… efectivamente, el mismo que años antes ya apuntaba en su crónica sobre campo alpujarreño el germen de lo que aquí se expone en toda su crudeza, el inefable B. De Píñar (de cuya buena intención no dudamos).

LA RESPUESTA.

Las observaciones que el cronista había realizado en su artículo, “propagandístico-disuasorio”, tuvo cumplida respuesta veinte días después. En Cádiar, creo que en toda la Alpujarra excepto Lanjarón, aquel artículo, sin duda, no sentó nada bien y el encargado de responder fue el Don Manuel Tarifa, corresponsal de Ideal en Cádiar, posiblemente también de Patria, y a la sazón presidente del Círculo Cultural, Agrícola y Comercial, en cuyo nombre dirige la misiva bajo el título “Los pueblos de la Alpujarra progresan en consonancia con la vida moderna”. La carta, fechada en Cádiar el 27 de agosto de 1957, “curiosamente” no fue publicada por Ideal sino por el diario Patria, la “competencia” de la época. Dada su extensión no podemos reproducirla en su integridad, pero no tiene desperdicio en su abigarrada defensa alpujarreña.

Después de citar los elementos del artículo que considera especialmente lacerantes, estima que “son víctimas de esa injusta leyenda negra que envuelve esta, tan olvidada como bella Alpujarra, espero en esta ocasión poner, y dejar, los puntos sobre las íes”, porque “para elevar las condiciones climatológicas, no es preciso rebajar nuestra actual forma de vida”.

Como Cádiar se encuentra afectado y perjudicado por el citado artículo afirma “En Cádiar hay varios establecimientos de bebidas donde a diario se sirve cerveza al grifo con hielo, vino de la Contraviesa puro de uva (y para mi codiciado por todos los entendidos en la materia) y de “exportación”, aguardiente “endemoniado” y sin endemoniar, licores de todas las clases y marcas y refrescos, gaseosas, agua de “seltz”, etc. ya que existen aquí dos industrias dedicadas a esta actividad, una de ellas con una modernísima instalación frigorífica, que, por supuesto, también trabaja a diario; igualmente hay cafeteras exprés y demás servicios propios, perfectamente atendidos y aseados, cosas que hemos echado de menos en alguna ocasión en otros lugares de las preferencias del articulista aludido” (… ¿Lanjarón?).

La andanada es de primer orden, pero no se queda ahí el Sr. Tarifa que continúa con una defensa, no numantina sino morisca, de su pueblo, con dardos como los que siguen. “No debe considerarse que nuestras horas de ocio transcurren en “ventorros”… “sería para nosotros motivo de satisfacción que un día el autor se decidiera a visitarnos y que escribiera sobre nosotros la realidad de lo que sea, pero sin influencias ni partidismos. Cuando viera la existencia de un Círculo legalmente constituido: un cinematógrafo perfectamente instalado, una banda de música igualmente reglamentada, un comercio y una industria por encima de lo que, sin duda, supone, comprendería que existe una cultura, una preparación, una forma de vivir en consonancia con la vida moderna y que, a personas habituadas a las actuales exigencias de la vida, nos sería totalmente imposible vivir en “ventorros” consumiendo cerveza y vino a elevadas temperaturas y aguardiente endemoniado”.

Una vez soltado lastre y dirigiéndose al director de Patria, requiere su comprensión pues “como alpujarreño, como presidente del Círculo Cultural de Cádiar y por sentirme afectado directamente como cadiareño, no debo ni puedo pasar por alto estas declaraciones…”.

Defensa noble y decidida, somos “pobres pero honrados”. Entendemos que Ideal no publicase la carta, de sus páginas había surgido el malestar y la polémica. Desconocemos la reacción del Sr. De Píñar, pero suponemos que la siguiente vez pondría más atención en sus escritos, especialmente en los referentes a la Alpujarra.

Amable lector, este título recuerda la conocida obra de C. J. Cela. Obra que, por cierto, el ínclito escritor bien pudiera haberla dedicado a describir, en su lugar, esta tierra y sus gentes. Don Camilo degustó los placeres de la miel de la Alcarria y se perdió las delicias gastronómicas de Las Alpujarras.
Desde pequeño, cuando nos contaban la Historia, he sentido ganas de visitar y conocer Las Alpujarras. Y siempre, como buen español, lo dejaba para “mañana”. Ese mañana, por fin, ha llegado. Unos amigos, alpujarreños castizos -de esos que tienen a gala estar enamorados de su tierra y que, además, lo demuestran con hechos- nos propusieron un plan que no pudimos posponer. Aprovechamos el acueducto de principios de mayo en Madrid, y henos ahí a un grupo de viejos amigos residentes en la capital del reino, idos a visitar y conocer esas tierras humildes por humilladas otrora, en Cádiar, corazón de la Alpujarra, disfrutando de todo tipo de delicias: Sensuales, de esas que penetran por los sentidos y se volatilizan con el tiempo, y espirituales que, por elaborarse en la mente al contacto convivencial con sus gentes, calan y permanecen en el subconsciente.
No sé por qué, de siempre he asociado las Alpujarras con la idea de un lugar belicoso, habitado por gente insumisa y rebelde que la Historia se ha encargado de mostrarnos a través de los tiempos. Imagen de una comarca olvidada y castigada por el silencio culpable de la Administración en esta Andalucía profunda, como si aún agora, -siglo XXI –todavía continuara pagando un canon sempiterno- por tributo de la rebeldía de otrora.
Siguiendo el planning minucioso de nuestros anfitriones, aprovechamos la tarde de nuestra llegada para recorrer el pueblo y conocer a algunas de sus gentes. Visitamos la ermita de San Blas, a cuyo campanario trepamos, y la iglesia de Santa Ana. ¡Qué coincidencia! Quien esto escribe lleva el nombre de ese santo obispo, y Ana es también el nombre de mi consorte. Razón de más para volver, ¿no? Sus calles que miran al río tortuosas y cargadas de reminiscencias árabes, abruptas e imponentes, como el paisaje de Sierra Nevada, de esas calles cuyo deambular produce músculo y escalofrío, y por las que unos rapaces trepaban como gamos. Llamativo la cantidad y la altura de las parras trepadoras a lo largo de las fachadas, hasta perderse, en forma de emparrado, en las azoteas de las casas viejas, o a lo largo del balcón, en las modernas. Troncos de muchos metros de recorrido.
La escalada a la Alpujarra del norte estaba programada para el segundo día.Con las fuerzas intactas, salimos de Cádiar de mañana dispuestos a disfrutar, sin prisas, de cuantos encantos nos ofreciera el paisaje y las gentes de los pueblos de las laderas de Sierra Nevada.
Paramos en “El mirador de santa Rita”, para contemplar unas vistas panorámicas espléndidas. Pudimos ver las acequias para la conducción del agua que producía electricidad y regaba los campos. Los árabes se han caracterizado por ser ingeniosos ingenieros del agua. De ahí trepamos a los Bérchules. Hablamos con sus gentes, vimos el pueblo y entramos a su iglesia.
Luego fuimos a Trevélez, -de ahí debía de ser “La Señorita … “ de la comedia de Carlos Arniches- donde nos pertrechamos, como buenos turistas, de artículos de jarapa hasta atiborrar los coches. Antes compramos un jamón en Jubiles, cuya fábrica nos enseñaron, y probamos el “agua agria”en Pórtugos. Nuestro destino era el Barranco de Poquiera: otra ración de panorámicas y almuerzo en Capileira. A la tarde volvimos a Cádiar.
Con el crepúsculo, nos fuimos a la alquería de la Morayma. Esa Yma Mora que fue hija de un prohombre moro rico, pero de vida ascética, Ali Athar, y esposa amada de Boabdil. Las vistas que se contemplan desde ese lugar de las laderas de la Contraviesa son muy amplias. Abarcan todo el valle, de este a oeste, desde Berja a Lanjarón y más allá. Al frente, al norte, desde Cádiar, abajo, hasta el pico del Mulhacén coronado de nieve – como un birrete de papa que se pierde en el azul del cielo -, con los profundos barrancos que surcan las numerosas faldas de Sierra Nevada, y el lecho tortuoso del río Guadalfeo, de nombre árabe, obviamente.
El tercer día visitamos la Alpujarra de allende la Contraviesa, y, por entre brumas grises de plástico soleado, llegamos al mar de Adra, donde unos amigos nos mostraron su invernadero en plena producción. Esa Alpujarra sureña, abierta al mar, de horizontes ilimitados, se me antoja diferente, no tan “alpujarreña” como la del norte. Ciertamente, menos atractiva para el turista de tránsito.
Las personas de estos lugares, a parte de las peculiaridades típicas de los habitantes de la región, no difieren mucho de la gente de pueblo de cualquier otra región austera de las muchas de España. Gente sencilla, sana, fiable, tímida, reservada, respetuosa, acogedora…
Una de las personas nativas que más he tratado en este viaje a Cádiar y su entorno, que más he aprendido a apreciar es un personaje al que yo me permito denominar como el “Caballero de la Sonrisa Perenne”. Yo creo que no se la quita ni para dormir.
También me enteré de la existencia de un poeta y profesor de instituto -no faltan Antonios Machados-, cuya obra hojeé. Leí dos veces y con fruición creciente algunos poemas de su ”Cementerio de Narila.” Cuántos miembros y “miembras “de la Real Academia de la Lengua desearían poder incluir en su curriculum parte de la cantidad y calidad que a Enrique Morón le sobran, para no desmerecer tanto la eternidad que les promete la Academia de los “Inmortales”. Dicho de otra forma: cuántos “académicos” de la lengua española, improductivos o semi-estériles, acreditan menos méritos que este autor, y están ahí. Así le va a la RAE.
No quisiera terminar esta especie de crónica sin dedicar unas líneas al” Caballero de la Sonrisa Perenne”. Una sonrisa espontánea, sincera, transparente, contagiosa…Nada más presentarnos, nos cogimos por banda el uno al otro, y nos pasamos gran parte de la tarde explicándome su oficio con todo detalle, a la vez que me mostraba las dependencias donde se realizaba cada proceso. Me hubiera gustado haber grabado sus explicaciones para estudiar después su vocabulario, que no me pareció propio de la jerga profesional, sino vocabulario antiguo, de origen árabe, peculiar de esta zona, quizás. Ese buen hombre empleaba otros términos para describir conceptos tales como cangilones, tolva. Mostraba entusiasmo y disfrute rayanos en nostalgia – una nostalgia propia de los 80 años que en breve iba a cumplir – al explicarme lo que había que hacer para aprovechar el agua y su fuerza al máximo. Cómo se regulaba la cantidad del chorro en su recorrido de unos cinco metros de altura, y cómo conseguir que el agua cayera con toda precisión dentro de los cangilones de la rueda para que no se desperdiciara nada. Me enseñó los dos equipos de molienda de los que disponía el molino, y el cauce por donde el agua “molinera “seguía su curso para repetir su función en los molinos de abajo.
Explicado el proceso de la conversión del grano en harina, me condujo, a continuación, a la finca donde otros estaban cogiendo cantidad de habas. Huerta amplia, surtida de hortalizas y frutales. Me mostró el muro que providencialmente aguantó la crecida y evitó la inundación y arrastre de la casa-molino. El molinero resaltó la calidad y consistencia del muro; pero no conoce su origen, no sabe si es un resto de la muralla o de un puente. Sólo esta convencido de que es un muro providencial y de calidad especial.
Este admirable octogenario tiene sus actividades culturales, y la tarde-noche del día siguiente no estaba en casa. Toca el laúd, y estaba ensayando con el coro parroquial. Compromiso que se resiste a tener que dejar, mientras no encuentre un sustituto. Es algo que teme y no quiere que desaparezca. La música es su gran afición.
Así nos contaba y así pasamos la velada de la tercera noche en su casa, en la que hablamos, merendamos, nos divertimos y nos despedimos.
Este “Caballero de la Sonrisa Perenne” –no ha lugar a suspense, amable lugareño, ya lo supones- no es otro que Domingo, el molinero. Una institución en el pueblo. Junto a todo gran hombre, en su sencillez, siempre hay una gran mujer. Esta mujer sencilla, discreta, hacendosa, siempre su sombra; esa persona tal para cual es María, su esposa.
Visita memorable, plenamente satisfactoria. A recordar sus gentes, sus paisajes, su gastronomía autóctona. Pero no he logrado borrar de mi mente esa vieja imagen que tenia de siempre. Por estos parajes, fuera de la industria de la explotación de las aguas minerales de Lanjarón – un vaso de agua del manantial, in situ, un euro, ¡qué negocio ! – no he visto industria de fuera que augure progreso económico y social. Aquí cada cual se saca las castañas del fuego como buenamente puede, y así se gana la vida. La gente mayor jubilada sobrevive. La juventud …. la mayoría tendrá que emigrar.
Esta parte de la Andalucía profunda continúa -me da la impresión–vejada, pagando el canon del olvido administrativo. ¿Hasta cuándo?
Blas González Hontoria

Nota: El firmante de este artículo es un amigo al que tuve el honor de invitar a pasar unos días con nosotros. Profesor de inglés, está en ventajosa situación para entender una sociedad permeable y abierta como la alpujarreña, que camina visiblemente hacia el bilingüismo; otra cosa es que llegue a término. Blas es de un pueblo burgalés cercano a Aranda de Duero, Gumiel de Hizán, nombre sonoro y evocador, que no desmerece de los más bellos topónimos de La Alpujarra. (Hizán, de hisn, “castillo”en árabe, pervive en ramblas, arquerías, ermitas… de pueblos como Laujar, Alboloduy, Dalías). Cosechero y enólogo vocacional, en un segundo viaje a nuestra tierra le pediré su acreditada opinión sobre los vinos de la Contraviesa en comparación con los de la Ribera del Duero. Lamentablemente, yo del vino sólo sé que se saca de la uva y aun esto, le oí decir alguna vez a mi tío José, no siempre.

Paco Alcázar

De Aldeire a Cádiar por la Cañada Real del Marquesado

Hace unos años mi tío Pepe Hidalgo, músico como todos sabemos, me comentó entre acorde y acorde de saxofón, que cuando era joven y tocaba en la banda de Cádiar se desplazaban a tocar a la comarca del Marquesado. Contaba que iban andando tras los mulos que cargaban los instrumentos y demás impedimenta necesaria, y que en una jornada llegaban. Vista la sierra desde Cádiar aquello me parecía imposible y desde entonces acariciaba la idea de realizar ese trayecto u otro parecido si era humanamente posible. Este año decidí que sería el del reto. Durante meses acumulé cartografía y fotos aèreas de la zona hasta decidir la ruta más adecuada. Consultando estos mapas observé que aparecía grafiada una antigua ruta de transumancia de ganado entre el Marquesado y la Alpujarra, concretamente la denominada “Cañada Real del Marquesado” que partiendo desde Aldeire y con orientación Norte-Sur, se dirigía casi en línea recta de Norte a Sur hasta Cádiar coronando la sierra por el paso junto al Peñón del Puerto. Con más dudas que certezas, ya que el trazado de esta cañada aparecía perdido en muchos tramos de las cotas más elevadas, me armé de valor y en compañía de mi hijo y un amigo emprendimos la ascensión a las 17 horas del pasado 4 de agosto desde las afueras de Aldeire a unos 1.200 metros de altitud.
Ya casi anocheciendo y a unos cientos de metros de coronar, fatigados por la altura y la subida, decidimos pernoctar al raso falcando nuestros sacos de dormir contra algunas matas y piedras para evitar rodar montaña abajo.
A esa altura, unos 2.400 metros, el espectáculo nocturno es, como puede imaginarse, impagable. Sobre nosotros, el cielo más estrellado y limpio que se pueda imaginar, y girando la cabeza toda la llanura de Guadix con sus innumerables pueblos iluminados como si los viéramos desde un avión. Es fácil imaginar que las incomodidades de nuestro lecho se olvidaban rápidamente ante aquellas sensaciones.
A las siete de la mañana emprendimos los últimos metros de ascensión por la cara sur hasta superar el paso del Peñón del Puerto a 2.600 metros e iniciar el largo descenso por la cara sur siguiendo los restos de la antigua Cañada Real. Si la noche fue hermosa lo que vimos en la cumbre no lo fue menos. Mientras amanecía junto al nacimiento del riachuelo que luego se convierte en el río Grande contemplamos cómo una manada de caballos atravesaba aquellas hermosas praderas verdes y sorteaba los primeros riscos del futuro barranco que conduce el río hacia el fondo del valle. También había numerosas vacas, cabras y ovejas pastaban por doquier y que a aquellas horas de la mañana le daban al lugar un aire mágico difícil de olvidar. Descendimos con dificultad y riesgo por las cornisas del barranco y caminamos por un largo bosque hasta encontrar el trazado de la cañada y del inmenso, y creo que innecesario, cortafuegos que baja desde la sierra hasta la pista general. Fue un camino largo donde el fresco de las alturas fue mutando en un calor casi sofocante a medida que descendíamos y avanzaba el día. De las fuentes que aparecían en el mapa no manaba agua por lo que el último tramo, con el agua racionada, fue el más penoso. Hasta que sobre las 18 horas llegamos a las inmediaciones de Narila con la inmensa satisfacción de sentir un sueño realizado.

En fin, una aventura que empezó como una pequeña locura llena de incertidumbres y que se convirtió en una maravillosa experiencia. Experiencia que espero repetir el año que viene por otra cañada real de las que existían en la Alpujarra.

Hundimiento de la escuela de Ohanes
El Expediente de 1734 Sobre la escuela de Ohanes (Alpuxarras)

El expediente que a continuación se transcribe, firmado por el cronista oficial de la villa de Ohanes de las Alpuxarras Joseph Sancho el 15 de diciembre de 1740.

(1) Documento
Señor Alcalde de Ohanes de las Alpuxarras:
Tengo el honor de poner en su conocimiento la inquietud que me produce ver la viga que media la clase que regento, pues está partida por medio, por lo cual el terrado ha cedido y ha formado una especie de embudo que recoge las aguas de las lluvias y las deja caer a chorro tieso sobre mi mesa de trabajo, mojándome los papeles y haciéndome coger unos dolores reumáticos que no me dejan mantenerme derecho. En fin señor alcalde, espero de su amabilidad ponga coto a esto si no quiere que ocurra alguna desgracia con los niños y con su maestro, éste su muy seguro servidor. Dios guarde a Vd. muchos años.
Señor maestro de primeras letras de la localidad de Ohanes (firmado y rubricado)

(2) Documento.
Señor maestro de las primeras letras de la villa de Ohanes de las Alpuxarras:
Recibido con gran extrañeza, el oficio que ha tenido a bien dirigirme y apresuro a contestar. Es cosa rara que los agentes de mi autoridad no me hayan dado cuenta de nada referente a la viga, y es más, pongo en duda que se encuentre en esas condiciones, puesto que según me informa el tío Sarmiento no hará sesenta años que se puso, y no creo una vez dadas esas explicaciones que no tenía por que paso a decirle que eso no son más que excusas y pretextos para no dar golpe.
En cuanto a lo de los papeles que se le mojan y el reuma que se le avecina, puede muy bien guardárselos a aquellos en el cajón o en casa y esta yendo a la escuela con una manta. No obstante lo que antecede, enviaré uno de estos días a alguno de mis subordinados que mire lo que hay de esto.
Y ojo que se engaño le estaría estar otros seis años sin cobrar los quinientos reales de su sueldo.
Dios guarde a V. muchos años. Ohanes 28 de noviembre de 1734. El alcalde Bartolomé Zancajo.
(firmado y rubricado).

(3) Documento.
Sr. Alcalde de Ohanes de las Alpuxarras Partido de Uxixar. Reino de Granada:
Tengo el honor de acusar recibo de su atento oficio de ayer donde tiene a bien de poner en duda el estado de la viga. Desde mi oficio anterior, Sr. Alcalde, hace unos ocho meses, pasaron las lluvias de invierno, y yo siempre mirando la viga con la inquietud consiguiente. ¿Caerá o no caerá? Y así un día y otro, como si en vez de una viga fuera una margarita. Si V. no cree lo que le estoy diciendo, puede mandar dos personas peritas, o venir V. mismo dando un paseito, si no le cuesta mucha molestia, que yo no le engaño, más que darle una idea del estado de mi clase, me permito acompañarle un dibujo, tomado del natural, que le dará una estampa real de ella. Y de lo del sueldo, no creo que se atreva V. a tocar mis quinientos reales, porque ya sabe V. lo que dice el refrán: “Al cajón ni…”, en fin Sr. Alcalde, Dios del guarde muchos años los efectos de la viga.
Ohanes de las Alpuxarras a 29 de noviembre de 1734. El maestro Menón Garrido (firmado y rubricado)

(4) Documento.
Señor maestro de primeras letras de la villa de Ohanes de las Alpuxarras:
Acuso recibo de un oficio de 29 de noviembre del pasado año, me parece excesiva tanta machaconería en el asunto de la viga. Sepa el señor maestro, que si no le conviene la escuela puede pillar el camino e irse a otro sitio, que aquí para lo que enseña, falta no hace.
¿Qué importan a estas gentes ni a nadie dónde está Marte ni las vueltas que da la Luna, ni que cuatro por seis son veintisiete, ni que Miguel de Cervantes descubrió las Américas? Para coger un mancage basta y sobra con tener fuerzas para ello. No obstante, como soy amante de la cultura y no quiero que digan que he ablao al maestro y no le trato como se debe, nombraré una comisión que informe sobre el asunto de la viga y si resulta que usted me ha engañado sa caído.
Dios guarde a V. Muchos años. Ohanes de las Alpuxarras a 15 de octubre de 1735. El Alcalde Bartolomé Zancajo. (firmado y rubricado).

(5) Documento
Informe
Antonio Fuentes Barranco y Juan Gonzalez García, maestros albañiles graduados de la villa de Ohanes de las Alpuxarras, informan que:
Personados en el sitio denominado u llamado, dicho sea con perdón, la escuela de este lugar, a las 12 de la mañana del día 15 de mayo del 1736 acompañados por el señor escribano de este Ayuntamiento, y mandados por el señor alcalde, opinamos, pensamos y creemos que la viga ocupa el centro de la clase, aula o sala, que por estos tres nombres se le denomina o circunscribe, que la dicha viga no se ha movido, sólo se ha bajao cosa de diez o doce deos, amenasando solo caer, pero nunca juntarse con el suelo aplastando a los que coja dentro.
Pero como quiera que la madera es un cuerpo astilloso, tiene que crujir antes de pegar el golpetazo, dando tiempo a que se salven por lo menos siete u ocho. Por lo cual firmamos y no sellamos por no tener sello.
En Ohanes a la fecha arriba indicada. Antonio Fuentes (firmado y rubricado)
Juan González (firmado y rubricado)

(6) Documento
Don Celedonio González García de García González.
Escribano de la Villa de Ohanes de las Alpuxarras, partido de Uxixar, reino de Granada. Digo, declaro y doy fe, de cuanto en esta información del maestro de primeras letras de esta localidad, sobre una viga que dice el primero al Sr. Alcalde, o sea el segundo, está partida en el techo de su clase. Mi información imparcial, desapasionada y verídica, como corresponde a mi profesión es el siguiente. Si la viga cae y amenaza peligro, es que puede ocurrir:

que mate al maestro, en cuyo caso esta corporación se ahorrará los quinientos reales que le paga.
que matase a los niños y no al maestro, en cuyo caso sobraba el maestro.
que matase a los niños y al maestro, en cuyo caso sobraba ocurriendo en este caso, como suele decirse que mataban dos pájaros de un tiro.

d) que no matase a nadie, en cuyo supuesto no hay porque alargarse.
Examinados en derecho las causas y efectos que anteceden emito informe, honrado y leal, cumpliendo con ello un deber de conciencia.
En Ohanes de las Alpuxarras a 15 de Mayo de 1736
Celedonio Gónzalez García. (firmado y rubricado)

Nota:
Este es el famoso expediente, pero buscando en el Archivo Municipal de Ohanes hemos encontrado otro interesante legajo, del cual transcribimos textualmente el siguiente documento, con el cual se aclara todo este asunto de la dichosa viga:
“Yo, don Joseph Sancho Mengibar, cronista oficial de la Villa de Ohanes de las Alpuxarras, declaro por mi honor ser ciertos los hechos que a continuación describo para que de ellos quede constancia en el Histórico Archivo de esta villa, lamentando que la indole de los mismos ponga un hito trágico en los bucólicos anales de este pueblo.
El día catorce de octubre del año de Nuestro Señor Jesucristo, mil setecientos cuarenta, siendo alcalde de esta villa don Bartolomé Zancajo y Gónzalez Zancajo, y siendo las doce de su mañana, se hundió el techo del salón de la escuela de esta localidad pereciendo en el siniestro el señor maestro de primeras letras Don Menón Garrido Martín y los catorces niños que en aquellos momentos daban su clase.
Después de laboriosos trabajos fueron extraidos de los escombros los cadáveres de las víctimas y trasladados al deposito del Cementerio Municipal, acompañados del pueblo en masa, que era partícipe por entero del dolor que significaba tal catástrofe, ya que a todos más o menos les alcanzaba, dado el número tan elevado de inmolados en aras de la cultura.
Abierto el oportuno expediente, se ha podido comprobar que por parte de la autoridad competente se tomaban todas las medidas encaminadas a velar por el buen funcionamiento del sagrado recinto; y como pruebas concluyentes se presentó expediente incoado al defecto, que dos peritos albañiles y el
ilustre escribano de esta villa, informaban sobre el buen estado del local, en fecha muy próxima al suceso, ya que los informes datan del quince de mayo de 1736; quedando plenamente demostrado que únicamente un accidente fortuito fue el responsable del hundimiento.
Ohanes de las Alpuxarras a 15 de diciembre de 1740. Joseph Sancho (firmado y rubricado)”

A modo de introducción y advertencia. Sin ser excesivamente afín a la celebración de centenarios a modo de recordatorio de acontecimientos pasados, creo que, en esta ocasión, seguiré la tendencia general. Debo confesar que cuando pensé en la elaboración de este trabajo creí que sería un centenario que pasaría desapercibido (las causas perdidas a nadie interesan), pero hete aquí que en el diario El País de 02/01/09, página 25, José Manuel Fajardo bajo el título Moriscos: el mayor exilio español aborda también este centenario, al igual que Mario Virgilio Montañez en Ideal de 10/04/09, pp. 40 y 41, con el título. Españoles sin patria. Recomiendo su lectura, afortunadamente el ángulo del prisma con que yo pretendo enfocarlo es distinto al de ambos, mi intención es acercarnos a las fuentes principales que, en su día, nos transmitieron el relato de los hechos por entender que, en si mismas, aportan cierta información que puede resultar ilustrativa para la interpretación de los hechos.
Debo advertir que omito deliberadamente insertar notas a pié de página, tan útiles como aclaratorias en este tipo de trabajos, por entender que se trata de una reflexión personal sin más interés que hacer un recordatorio de unos acontecimientos que, a la vista de la actualidad, parecen intemporales.
El centenario. Se cumplen, por las fechas que transitamos, el 441 aniversario de la sublevación de los moriscos, fundamentalmente alpujarreños, en la Nochebuena de 1568, sublevación que a la postre sería la causa final, que no única ni quizá la más importante, de la expulsión de la población morisca de España ejecutada mediante decreto, reinando ya Felipe III, entre 1609 y 1610. Este año es pues el cuarto centenario de esta expulsión.
Coinciden todos los cronistas en que el levantamiento y la guerra que siguió hasta 1670 fue tan cruel como sangriento por parte de ambos bandos, no haré aquí un relato de los hechos a disposición de cualquier interesado en las fuentes que más abajo especificaremos y que son nuestro verdadero objetivo.
Una digresión, con permiso. Quisiera hacer una mínima reflexión en torno al concepto de guerra. Si aceptamos que la guerra es la resolución última de un conflicto por medio de las armas y con métodos violentos, debemos deducir que todas las guerras, en mayor o menor medida dependiendo de la habilidad y los medios disponibles de quien las dirige, son crueles, sanguinarias, atroces, etc.
Se habla, se ha escrito, y mucho, del denominado “arte de la guerra”, nótese que el primer libro con ese título es de Sun Tzu, un libro que cuenta con 2500 años de antigüedad y que mantiene su vigencia en la actualidad, además de ser lectura obligada para los agresivos ejecutivos de Wall Street o de la City; también Maquiavelo escribió una obra con ese título, por citar los más relevantes. Discrepo de forma radical en cuanto al concepto de arte que se aplica a la guerra. El arte es, necesariamente, creación que es el antónimo de destrucción, justo lo que intrínsecamente es la guerra que, por otra parte, tiene entre sus objetivos las manifestaciones artísticas, bien para su rapiña bien para su eliminación. En cambio la guerra, la violencia, si puede ser objeto del artista; como ejemplo podemos volver la vista al genio de Goya, sus desastres de la guerra son ilustrativos; el cuadro, también firmado por Goya, de dos gañanes, enfangados, golpeándose ciegamente, es la imagen pura de la violencia.
Las fuentes históricas. Sobre el conflicto del que tratamos, además de los textos legales que en forma de decretos, pragmáticas, etc. se generaron durante más de un siglo y que no fueron mas que un estrechamiento del cerco en torno a la minoría morisca hasta su definitiva eliminación mediante la expulsión, contamos con tres fuentes que escriben directamente sobre esta guerra, hay otras secundarias que también la abordan como pueden ser las crónicas reales o la documentación que el mismo conflicto genera. Centraremos nuestra atención en estas tres principales por entender que aportan información de interés más allá de los mismos textos escritos; las tres se generan desde el bando vencedor, la historia la escriben los vencedores, pero con matices muy interesantes. Desconocemos si existe alguna fuente escrita del campo de los vencidos aunque no perdemos la esperanza de que aparezca entre la ingente cantidad de documentación existente en los países norteafricanos aún por analizar. Si existen fuentes literarias indirectas, El Quijote por ejemplo, como muestra de una extensa tradición literaria, que muestran la tragedia que para la minoría morisca debió suponer su expulsión de España.
Por orden cronológico de impresión, que no de redacción como veremos, está en primer lugar la Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada de Luís del Mármol Carvajal dada a la imprenta de Juan René de Málaga en 1600, le sigue la Segunda parte de las guerras civiles de Granada, y de los crueles vandos , entre los conuertidos Moros, y vezinos Christianos: con el leuantamiento de todo el Reyno y ultima reuelion sucedida en el año 1568, es la segunda parte de la Historia de los vandos de los Zegríes y Abencerrajes (1595), que se publica en 1619 y cuyo autor es Ginés Pérez de Hita, finalmente, en la imprenta que no en la redacción, apareció la Gverra de Granada. Hecha por el Rei de España don Philipe II, nuestro feñor contra los Morifcos de aquel reino, fus rebeldes, impresa por Luís Tribaldos de Toledo en Lisboa en 1627 y cuyo autor es Diego Hurtado de Mendoza. Deliberadamente he precisado los títulos completos de las obras porque entiendo que en si mismos son portadores de la visión personal de cada autor.
Uno a uno.
El granadino Luís del Mármol Carvajal representa tanto al historiador riguroso como al funcionario al servicio de los Austrias, él mismo se denomina “andante en corte”. Proviene de una familia burocrática, soldado desde muy joven al servicio del emperador Carlos, ha pasado más de veinte años en las campañas africanas, siete de ellos como cautivo, de donde obtendrá la información para escribir la que quizá sea su obra más importante: Descripción General del África. Representa también al nuevo estado burocrático barroco que Felipe II va instaurando poco a poco en detrimento del renacentista en el que los altos funcionarios van sustituyendo el anterior poder de la nobleza. Esta guerra le coge ya de soldado viejo y la observa desde un puesto privilegiado como proveedor del ejército de Don Juan de Austria, desde allí tiene acceso, además de ser testigo directo, a informes, testigos y a toda la documentación que la guerra genera. Cuando escribe su obra ya conoce el contenido de la de Hurtado de Mendoza. El título es significativo de su visión de los acontecimientos, escribe una historia de la rebelión, el pecado, y castigo, la lógica consecuencia, de los moriscos, la minoría. En la obra nos aclarará: “Su majestad quería más fe que farda… su intención es que fuesen buenos cristianos, y no solo que lo fuesen, más también que lo pareciesen”. Toda una declaración de la posición oficial, no tiene problemas para publicar su libro.
Le sigue la obra del murciano Ginés Pérez de Hita, publicada en Cuenca, foco morisco, en 1619 aunque fechada en 1597y aprobada en 1610 después de tener que modificarla para obtener licencia. Aporto estas fechas porque son de interés, incluso una más, 1595, año en que empiezan a aparecer los libros plúmbeos granadinos, primero en el derribo de la torre Turpiana y después en el Sacromonte (último intento por parte morisca de establecer un sincretismo entre el Islám y el Cristianismo). Y es que todo está relacionado. Pérez de Hita sirve a su señor, es testigo directo de la guerra bajo la bandera del Marqués de los Vélez, quien junto al Marqués de Mondéjar representan la causa pro-morisca (no por humanidad, sino por intereses) frente a D. Juan de Austria que representa la postura oficial. El murciano presencia las atrocidades de la guerra y posteriormente padece una experiencia personal en la deportación de algunos moriscos a los que debe acompañar en este tránsito. En su obra aparecen frecuentemente protestas, severas o lastimosas, de los moriscos, supone, pues, un intentode aflorar la causa morisca ante sus contemporáneos, claro que cuando al fin publica su obra hace nueves años que fueron expulsados. En el titulo también encontramos la clave: “…conuertidos moros, y vezinos Christianos…”, se han convertido, supuestamente, están en igualdad a sus vecinos los cristianos.
Finalmente, tenemos la obra de Hurtado de Mendoza publicada en Lisboa en 1627, aunque redactada entre 1571 y 1575, de ella Francisco Izquierdo en su Guía de las guías de Granada, página 17, dice: “…aunque Hurtado de Mendoza escribiera historia y Pérez de Hita una historia.”, resulta suficiente para entender la valoración que la historiografía tradicional ha concedido a una y a otra. Perteneciente a la familia Mondéjar y Tendilla, Hurtado también ha participado en esta guerra, soldado viejo como Mármol, su familia no ha salido bien parada de ella (recordemos, partidaria de negociaciones, treguas, etc. al estilo de la nobleza antigua) y su propósito es la necesidad de contar lo que ha vivido y de justificar la actuación familiar. Representa la nobleza que había ostentado el poder con los Reyes Católicos y con el emperador Carlos (fidelidad casi medieval, también autonomía o régimen casi feudal) y que, ahora tras toda una vida de campañas y servicios al rey “su señor”, se ve abocada al ostracismo progresivo por la burocracia del estado funcionarial barroco. En este sentido también el título es significativo: Guerra… hecha por el Rei de España (implica la existencia de un concepto de nación moderna) nuestro señor (su autoridad por designio), contra los morifcos, fus rebeldes” (rebeldes a su autoridad, sin alusiones religiosas). La voluntad real prima sobre cualquier otro hecho o circunstancia .
La falta del favor real convierte el libro de Hurtado de Mendoza en “obra maldita”, tarda más de cincuenta años en darse a la imprenta cuando monarca y autor ya han desaparecido, tanto Mármol como Pérez de Hita la conocen y beben en esta fuente para elaborar las suyas. Y la conocen porque, aunque prohibida, la obra circula durante estos años en forma de copias manuscritas a pesar de que se encuentra desaparecido el manuscrito original. Esto proporciona un interés añadido ya que las treinta y cuatro copias conocidas presentan algunas variantes entre ellas habiendo establecido los especialistas tres familias, según incluyan o no determinados pasajes o acciones. La Biblioteca de Andalucía posee entre sus fondos uno de estos manuscritos, el último en aparecer, con lo que serían treinta y cinco, disponible para su consulta en la web de la Biblioteca Virtual de Andalucía.
En resumen.
Podríamos resumir, desde el punto de vista estricto de las fuentes, que cada uno de los tres autores que escribieron sobre el conflicto morisco representan unos intereses concretos dentro del mismo, son por tanto sus obras fruto de esos intereses: la burocracia y la nueva monarquía barroca en el caso de Luís del Mármol, la antigua nobleza y el estado monárquico renacentista en el de Hurtado de Mendoza y la fidelidad a su señor y la marca de la experiencia personal en el caso de Pérez de Hita.

En cuanto a la minoría morisca y su expulsión destacar, hay tanto escrito sobre esta cuestión, en mi modesta opinión, que fue fruto tanto de los tiempos, a veces atrapan a personas o grupos irremediablemente incluso en la actualidad, como de la intransigencia y del fanatismo de unos pocos tanto de un lado como de otro. No todos los moriscos actuaron como la minoría radical de los alpujarreños; valencianos, murcianos, aragoneses, etc. no entraron al trapo del conflicto frontal, conflicto que, una vez planteado, aprovecharon los extremistas, políticos y religiosos, del bando cristiano para saldar cuentas definitivamente y eliminar lo que en su opinión, no debemos perder de vista el momento histórico, era un problema.

La comarca alpujarreña, aislada entre montañas, ha sido siempre un refugio histórico a lo largo de todo su pasado. Si difíciles eran sus contactos con el exterior a través de Sierra Nevada, prácticamente imposible durante gran parte del año, salvo algunos meses de verano; no menos difíciles se hacian desde el Mediterráneo. Pero a pesar de ello, la presencia y ocupación humana del territorio se remonta a la época Prehistórica. A partir del Neolitico tardío (en torno al 3500 a.c) hay constancia de huellas por Albuñol (Cueva de los Murciélagos), Contraviesa, Almería; también nos encontramos con restos arqueológicos de origen fenicio, griego, romano, visigodo en los campos de Dalías, Berja, Adra y El Ejido, así como en los aledaños de Sierra Nevada en Bubión y Trevelez.

El elemento mozárabe se manifiesta en templos, poblados, lápidas, enterramientos permaneciendo hasta el siglo XI y centrándose, principalmente, en las laderas del Mulhacén (Trevelez).

De la presencia árabe, tenemos muestras de viviendas de plantas cuadrada, con techo plano y paredes de barro y piedra sin labrar de carácter beréber. Los árabes dominan la Alpujarra dos siglos después de la invasión musulmana al derrotar a los partidiarios de Umar Ibn Hafsum, en la primavera de 913, refugiados en el castillo- fortaleza de Xubiles.1

Tampoco falta en esta zona la presencia de los moriscos, que el filósofo ilustrado Voltaire, nos dice al respecto: “estas sierras de picos inaccesibles están pobladas de valles fértiles, cultivados todavía por descendientes de los moros que fueron forzados por su bien a hacerse cristianos o por lo menos a aparentarlo”2

Tras el declive musulmán en la zona y el efecto repoblador nos encontramos con cantares, ritos, costumbres, hábitos culturales, topónimos, labores agrícolas, manifestaciones artísticas de repobladores andaluces, castellanos, manchegos, extremeños, leoneses, gallegos que por invitación expresa de Felipe II y según orden de 1571, decreta la repoblación de la comarca para salvar el vacío de población que se produjo en la misma tras la rebelión de los moriscos alpujarreños, iniciada en la Nochebuena del año 1568, y posterior expulsión de los mismos, según orden de 28 de octubre del año 1570.

En los últimos siglos y hasta nuestros días la Alpujarra, caracterizada por su singularidad, pintoresquismo y misterio, ha recibido la presencia de personajes de alto relieve nacional e internacional: Alarcón, Didier, Reín, Sermet, Brenan Spanhi, entre otros. En este sentido se expresan; Sermet, “castaños vigoroso perales y cerezos que se mezclan con olivos, almendros e higueras; rojas flores de los granados; cascadas y canto del agua de la sierra, claras las acequias”3

 

El médico colombiano, Harold López Méndez, nos escribe que; “La Alpujarra subyuga por la singularidad de su belleza, su pintoresquismo, su paisaje amplio y variado, difícil e irregular. Y no presenta una curiosidad ociosa, sino que induce a una búsqueda romántica”4

Y es que como escribió en el siglo XVIII el gran filósofo francés, Voltaire: “su historia agitada y su aislamiento geográfico ha hecho de la Alpujarra una región cuyos habitantes tienen una especifica idiosincrasia, que los sitúan al margen de los demas españoles”5

BIBLIOGRAFIA

SIMONET, F.J.: Historia de los mozarabes de España, tomo 3, Madrid, 1985, p 581.
VOLTAIRE: Dictionare Philosophique, vol 9, París, 1816.
SERMET, J.: L`Espagne du Sud., Paris-Grenoble, 1953.
LOPEZ MÉNDEZ, H: España desconocida, La Alpujarra: rincón misterioso, Madrid, 1967.VOLTAIRE: o.c

Titulo estas líneas igual que el capítulo XXIII de la obra Don Gitano. Aventuras de un irlandés con su violín en Marruecos, Andalucía y la Mancha, de Walker Starkie. El título, en sí mismo, resulta tan musical como evocador; el término Alpujarras, que ha ido perdiendo terreno frente al de Alpujarra más usado en la actualidad, nos remite a un tiempo pasado, cuando su uso en plural era una realidad que lentamente se ha ido diluyendo, puede que desde que Javier de Burgos estableciera la nueva división territorial en provincias. Siguen existiendo la Alpujarra almeriense y la granadina, la que desciende hasta el mar y la que trepa hasta las altas cumbres, pero parece que, como unidad geográfica, administrativa, territorial…va dejando de ser recordada en plural. Por otra parte, el título elegido emplea la palabra ciudad, es decir, un núcleo de población considerable, difícil de imaginar en lugares tan abruptos, también es cierto que hay que tener en cuenta que el libro de Starkie se escribió en 1935, aunque se publicó un año después (la considerada primera parte, Aventuras de un irlandés en España, se publicó en 1934), y entonces una ciudad no era lo que hoy podríamos entender por tal. Si a los dos términos antes citados, ciudad y Alpujarras, unimos el adjetivo cantora, nos encontramos con uno de esos títulos que puede hacer fortuna; alguien que canta, y si lo hace una ciudad entera aún más, debe ser feliz (a pesar del españolísimo “quien canta sus males espanta” u otros dichos aún más pesimistas). Podríamos decir que nos remite un poco a una arcadia feliz e intemporal, en un paisaje de ensueño o, siendo un poco más prosaicos, a aquellas películas musicales americanas de los años cincuenta o sesenta del pasado siglo que se iniciaban con una verde pradera donde pastaban rebaños, con arroyos cristalinos y laboriosos personajes ocupados en sus tareas cotidianas, todo ello con un fondo coral que nos remitía al paraíso mismo, como si de bucólica poesía pastoril se tratara.

Se ha escrito tanto, y se sigue escribiendo sin ningún rubor, de viajeros por la España del Romanticismo y posterior, ese país cuyo anquilosamiento secular y sus tópicos estereotipados y repetidos hasta la saciedad, tanto llamaban la atención del extranjero (con cierto regodeo y suficiencia, todo hay que decirlo), que tal literatura ha venido a constituirse en un género literario propio. Por ello, la intención de estas líneas no va más allá de dar a conocer el capítulo 23 de Don Gitano a esa ciudad cantora de las Alpujarras, es decir, al pueblo de Cádiar que es el protagonista del mismo.

Si la obra de Starkie es digna de figurar con nombre propio en este género literario como un representante tardío del mismo, debemos añadir a continuación que su materia pasa necesariamente por un precedente casi cien años anterior a ella que era de sobra conocido, nos referimos a George Borrow y sus obras “La Biblia en España” (1843) y “Los gitanos de España” (1841). Ambos escritores mantienen coincidencias vitales que no dejan de sorprender, por no alargarnos diremos que los dos provienen de familias acomodadas de sus respectivos países, Inglaterra e Irlanda, que, en cierto modo, debían haber determinado su futuro, pero que ambos, tanto el políglota Borrow como el músico Starlie, deciden emprender sus aventuras al margen del destino que sus respectivas familias le tenían reservado. Los dos forman parte del grupo de viajeros que se inclinan por el vagabundaje y la vida bohemia como forma de realizar sus experiencias viajeras, frente a W. Irving o a R. Ford, por ejemplo, que viajan como lo que son, personajes de la alta sociedad. También ambos centran su vivencia en los estratos sociales más bajos, en los grupos marginales, concretamente en los gitanos de la época.

Ahora bien, el motivo de traer a Starkie a estas páginas es porque en su obra dedica un capítulo completo a la ciudad cantora de las Alpujarras, y a él vamos. Hay que disculpar lo que a mi juicio son ciertas licencias literarias en cuanto a la situación geográfica y la descripción de Cádiar, a pesar del lirismo con las describe, así como lo que de “sorprendente” pueda tener que los viajeros saquen la cabeza por las ventanillas del autobús para evacuar sus estómagos en una carretera infernal que serpentea por la sierra a lo largo de toda una jornada, que es lo que duraba el trayecto desde Granada. También el que parezca que las muchachas de Cádiar se pasasen el día, especialmente de Navidad a Carnaval, subidas a los terrados cantando bellas canciones acompañadas de los hombres con sus violines, hasta el punto de hacer confesar a nuestro autor que “Nunca estuve en una ciudad tan musical”, únicamente comparable a Sauliste, en Transilvania.

Ciertamente creo que los viajeros, especialmente ingleses, escribían sus relatos para un determinado público, el inglés, al que iban destinadas sus obras y que se proyectaba una imagen de España acorde con lo que ese público quería leer (a veces entre ridícula y primitiva), una visión que ha calado a lo largo del tiempo y que en parte llega hasta nosotros. Starkie fue buscado y escoltado por los violinistas cadiareños hasta el casino donde “Todas las noches que estuve en Cádiar hubo zambra” dirigidos por el guitarrista local Ortega Blanco y acompañados a coro por el resto del público. Sí distingue acertadamente entre lo que es el canto de corte flamenco y las canciones propias alpujarreñas, al igual que hace justicia cuando dice que “Cantan juntos como trabajan juntos en el molino o se sientan a coser en las terrazas de sus casas”.

Nuestro irlandés se alojó en el “Parador de San Blas”, hospedaje siempre presente en cualquier referencia literaria viajera que podamos encontrar sobre Cádiar (otro ilustre viajero diría de esta posada que era la más infecta que había conocido, y había conocido muchas), regentado por Frasquito Cojallero, donde cocina y establo se ubicaban en la misma dependencia y donde pernoctaban los arrieros alrededor de la chimenea, junto a gallinas y cerdos. No pudo Starkie encontrar ningún gitano, objeto de su búsqueda, por los alrededores, sólo en otro pueblo que no cita encontró uno gordo que había pasado de maleante a capitalista. Entre sus paseos por los alrededores destacan los que tenían como meta Narila, de ella reseña su bellísimo paisaje primaveral, la cantidad de chiquillos que lo rodeaban al llegar, entre ellos Paquita, hija de Francisca Alborea, la posadera, viuda con ocho hijos; es aquí donde encontramos un punto de contacto con la realidad más cruda, la pobreza, al hablar de sus comidas (miga y gacha, potaje de trigo). Hay una anécdota final respecto al vino, muchísimo mejor el de Narila con quinientas almas que el de Cádiar con tres mil, sobre si es moro o cristiano, es decir, si está bautizado o no.

Para finalizar podemos apuntar que este capítulo de la obra de Walker Starkie referido a Cádiar resulta algo distinto al resto del libro en cuanto a que la marginalidad social apenas aparece, aquí es el pueblo completo el sujeto de uno de sus propósitos: la música popular de cada uno de los lugares que visita; epítetos como brillantes, suaves, elegiacas, amorosas… aplicados a sus canciones reflejan la tradición musical alpujarreña.

Molinero que mueles el trigo
con el agua y el fuerte peñón,
sigue, sigue moliendo tu trigo
mientras duerme y descansa mi amor,
ay ay ay, mientras duerme y descansa mi amor.

Puede incluso quedar en algún rincón de la memoria de alguno de aquellos niños de Narila, de aquellos jóvenes violinistas del casino de Cádiar, el recuerdo de un irlandés que, con un violín, compartió con ellos unos días de aquella lejana primavera de 1934, a los demás nos queda leer ese capítulo XXIII de Don Gitano, o mejor, la obra completa, por el ojo de la cerradura veremos un fotograma de la España de nuestros abuelos.

A lo largo de la historia la inaccesibilidad y el aislamiento ha sido una constante en la comarca alpujarreña, dada su topografía y que, en cierto modo, ha limitado su desarrollo histórico y económico.
La crónica de Hernando de Baeza, relata que los castellanos de la Edad Media la consideraban como una tierra inexpugnable, inaccesible, difícil, fragosa.
Autores árabes como Ibn al Jatib, cronista e historiador del periodo nazarí, escribe sobre los polvorientos y enrevesados caminos con abundantes hendiduras, precipicios, laderas y con dificultades en los pasos que son “sendas de cuidados martirios que solo frecuentan varones de gran abnegación y desprecio del mundo”.1 A pesar de ello, hay conocimiento de que los autores árabes dan información de pasos y caminos que la recorrían y que podían acceder a ella.2
A principios del siglo X Ibn Hayyan, que narra la campaña de Monteleón en la que Abal-al-Rahman III an-Nasir logra derrotar a los rebeldes Alpujarreños partidarios del caudillo Ibn Hafsun, da información sobre la utilización de paso de montaña para llegar a la alpujarra en la que desde la zona de Guadix se dirige a la Alpujarra por Sierra Nevada.
En el siglo XII, el geógrafo Idrisi habla de una ruta de comunicación entre Almería y Granada pasando por la Alpujarra. El itinerario que señala parte de la ciudad de Almería hasta llegar a Berja; desde allí, quizás, se dirigiera a Ugijar, alcanzando mas tarde el pueblo de Cádiar. Continuando por el Guadalfeo se pasaba a Tíjola, cerca de Órgiva, para llegar a Órgiva. No indica este itinerario cual seria la ruta hasta Granada, que distaba cuarenta millas.3
Además, en el siglo XII, el andalusí al-Zuhri, señala que hay tres puertos por donde pasar desde Sierra Nevada a las Alpujarras. No obstante, indica lo peligroso que era hacerlo, pues se podía morir de frío, incluso en verano.
Un anónimo musulmán nos da noticias sobre los últimos años del pueblo nazarí, escribe que “el camino hacia las Alpujarras abriase a través del Mons Solarius ( Sierra Nevada) y por esa vía llegaban a Granada grandes provisiones de trigo, cebada, aldorá, aceite, pasas y otras varias conservas y articulos”.4
Además de estos pasos de alta montaña, a la Alpujarra se podía acceder desde el mar pues en las sierras de Lújar, la Contraviesa y Gádor había numerosos puertos, ramblas y ríos que facilitaban la entrada al interior de la comarca.
Por ultimo, también tenia acceso la Alpujarra por sus extremos occidentales y oriental. Por la parte occidental se llegaba a través del Valle de Lecrín y por el lado este, el río Andarax abría paso por esta parte.
De esta manera las tahas de Órgiva y Marchena, situadas entre sus extremos occidental y oriental respectivamente de la comarca, tuvieron gran importancia estratégica y fueron controladas, primero, por los miembros de la familia real granadina y, después, concedidos en señorío por los Reyes Católicos a personajes castellanos que destacaron en la guerra de Granada.5

Bibliografía:

Alarcon, P.A. : La Alpujarra, Roger, S. Sebastian, 1998.
Trillo San José, C : La Alpujarra antes y después de la conquista castellana, Universidad de Granada, 1994. Pg 166.
Al-Idrisi: los caminos de al-Andalus……pg 89.
Trillo San José: C. O.c pg 168. Trillo San José: C . o.c pg A1

Históricamente el carácter agrario de la Alpujarra ha sido primordial, siendo la agricultura la principal fuente de riqueza y el motor de su economía junto con la minería.
En el siglo XVI, Hurtado de Mendoza, escribe que era una tierra pobre y poco fértil de por sí, excepto en las bien regadas vegas; sin embargo el tesón de sus habitantes que no dejaron un palmo de tierra por explotar consiguieron someterla y hacerla productiva, “abundante de frutos i ganados i cría de sedas”1.
Según Mármol Carvajal, la región estaba cubierta de árboles frutales y de moreras; las tahas más elevadas abundaban en perales, manzanos, nogales y castaños, mientras las más bajas se presentaban cultivos de naranjos y limoneros; pero la morera y la cría de gusanos de seda constituía su principal riqueza, haciendo de la Alpujarra el más importante centro de abastecimiento del gran mercado granadino de la Alcaicería2.
Además, escribe que la taha de Andarax tiene “la mejor tierra de toda la Alpujarra”3
A mediados del siglo XVIII J.F.Córdoba y Peralta, se refiere a la riqueza de esta comarca y de sus árboles de la siguiente manera: “es fecundísima esta tierra para los árboles, tanto que domina el ver con la facilidad que se crían de todos géneros en todas partes, especialmente los morales y son tan grandes algunos que con un solo se suelen criar un onza de simiente de seda; y en una vara o dos de tierra suelen estar como seis y ocho pies de morales; ay en los parages que se crían nogales y castaños de extraña magnitud, tanto que refiriendo el como son en las demás parttes de Andalucía, no le dan créditto, a quien l o cuenta…”4
En el siglo XIX, Madoz nos relata y detalla los principales productos de la zona: “las principales producciones son, el vino, aceite, cebada, centeno, almendras y seda: los pastos son admirables, y con ellos se mantiene mucho ganado lanar y de cerda, cuyos perniles son esquisitos: hay una multitud de yerbas y plantas medicinales; aguas minerales-ferruginosas en el término de Bérchules…; bosques de árboles frondosos y frutas delicadas; canteras de piedra esquisita, y minas de diferentes clases, especialmente de galena plomiza en Sierra de Gádor…”5.
A finales del siglo XIX, el catedrático alemán Rein en su visita a Sierra Nevada escribe algunas características sobre la agricultura alpujarreña: “el cultivo de los campos es posible gracias sobre todo al riego artificial. El cultivo comienza con los sembrados de patatas y centeno, a más de 2000metros de altitud, de los que las primeras alcanzan su madurez a los once meses, y acaba con la batata y la caña de azúcar del sur. La producción de fruta y frutos secos aumenta de norte a sur e incluye desde las cerezas, moras, castañas y nueces, que se cultivan a 1.600metros de altitud, en Trévelez, hasta una gran variedad de frutos subtropicales que se cultivan junto a la costa. Existe un gran contraste entre las lomas, por un lado, secas y castigadas por el sol, y las verdes tierras de cultivo y los fértiles valles por otro”6.
Con respecto a la agricultura, cabe destacar el peso específico que a mediados del siglo XIX tiene la vid sobre todo en la Contraviesa y Baja Alpujarra.
García Manrique, ha escrito que el viñedo alpujarreño, “ha tenido una historia muy brillante en los siglos XVIII y XIX, cuando Málaga y la Contraviesa eran los dos núcleos vitícolas de las costa mediterránea andaluza que exportaban al extranjero sus vinos y sus pasas en un comercio muy activo. El núcleo de la Contraviesa era menor, en una costa carente de puertos, y quedaba oscureciendo por la vitalidad del puerto de Málaga, del cual se había convertido en su satélite”7.

De esto deducimos que la Contraviesa estaba considerada como una zona rica y próspera que sobresale del resto de las comarcas granadinas.
El geógrafo y político Pascual Madoz, refiriéndose al viñedo, apunta que las producciones más abundantes de Albuñol son el vino, (70.000 arrobas) y las pasas (12.000 arrobas), consumiéndose el primero, en su mayor parte, en la fabricación de espíritu, que se exporta a Jerez, para beneficio de aquellos vinos; además, sigue escribiendo que se “crían almendros, higueras, ciruelos y manzanos”8.
A mediados del siglo XIX, según Navarro Alcalá-Zamora, “ el total de la riqueza imponible de la comarca alpujarreña era de 5.845.052 reales, lo que en cifras absolutas representaba más que todo el partido judicial de Almería capital, 4.257.986 reales, o de Córdoba, 4.100.690…”;pero debido al minifundio característico de la Alpujarra, “el promedio por contribuyente era bajo, 825 reales, inferior a los de Almería y Córdoba 1425 y 1401 respectivamente, aunque en la riqueza imponible por habitante, 107 reales se acerque a la de Almería, 128 reales y supere a la de Córdoba, 94 reales”9.
Se puede concluir al respecto que se trata de una comarca con una densidad de población por encima de la media española y relativamente próspera “en una España fundamentalmente agrícola, en la que ni había ni podía haber grandes diferencias interregionales”10.

1. Hurtado De Mendoza. D.: Guerra de Granada, Nueva impresión 1er Volumen, 8º edición, Valencia, 1976.p.43.
2. Mármol Carvajal,L del (1797): Historia de rebelión y castigo de los moriscos del Reyno de Granada.Ed.Sancha, Madrid.
3. Mármol Carvajal,L del.(1797):o.c.
4. Trillo San José, C: La Alpujarra antes y después de la Conquista Castellana, Universidad de Granada, 1994.p.177.
5. Madoz, P.: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, (1845-50), Ambito, Valladolid, 1987 (Tomo de Granada), p.14.
6. Rein, J.J: Aportación al estudio de Sierra Nevada, Caja General de Ahorros de Granada, Granada 1994, p.194.
7. Garcia Manrique, J: El viñedo en la Costa alpujarreña, Estudios geográficos de Andalucía Oriental, 1974. p.511.
8. Madoz, P.: o.c. p.14
9. Navarro Alcalá Zamora: Mecina, la cambiante estructura social de un pueblo de la Alpujarra, C.I.S., Madrid 1979, p.43.

10. Navarro Alcalá Zamora: o.c. p.43

A Loli Rojas Cruz, Mariana Fernández Tarifa y Mª Rosario Almendros Juárez.
No soplan buenos vientos para la Alpujarra a finales del siglo XIX. A la invasión de la filoxera, que deja arruinada la principal fuente de riqueza de la comarca, hay que sumarle una serie de calamidades como los temporales de lluvia y nieve que se alternan con años de acusada sequía y agudizan la falta de trabajo, enfermedades como el cólera, o los daños causados por el terremoto de 1884, por no hablar de la falta de sensibilidad del Gobierno y las actuaciones arbitrarias de los caciques locales ante la magnitud del problema. Todo lo expuesto sume a la población alpujarreña en un estado de pesimismo creciente y se plantea la emigración allende los mares como su única salida. Como muestra, el extracto de los versos del polifacético Juan Romero de la Torre, maestro de Cádiar en 1897:

“…¡Cuántas grandes cortijadas Cádiar, Murtas y Turón Lo mismo se halla Albondón

testigo de lo que fueron, pueblos de grande riqueza Gualchos, Polopos, Rubite,

porque sus viñas perdieron están que causan tristeza, Torvizcon y Fregenite

hallase en ruinas y cerradas ¡ ………… lástima, pena, aflicción. Sorvlián y Alfornón…”

Por estas fechas existen en la Alpujarra tres ferias de ganado: en Ugíjar y Órgiva desde comienzos del siglo XVII y en Albuñol desde ya bien entrada la segunda mitad del XIX. Cádiar, con su reciente título de Villa, obtenido en 1882, busca en la celebración de una feria un evento acorde a su nuevo rango, principalmente fomentada por las autoridades locales y, sobre todo, por los mayores contribuyentes, poseedores de gran parte de los comercios de la localidad y cuyos ingresos se habían resentido de forma notable por los acontecimientos antes descritos. Se trataba, pues, de reconducir la situación y detener la sangría migratoria que se estaba produciendo para generar así una dinámica de estabilidad en el municipio.
Dada la escasez de documentación existente en los trámites para la celebración de la Feria, creemos que fueron llevados a cabo de forma personal por el alcalde y algún que otro miembro destacado de la comunidad; el mismo sigilo y rapidez se produce en la autorización, difusión y celebración de la primera Feria de Ganado de Cádiar. Con un escueto comunicado en la prensa y con tan sólo unos días de anticipo, El Defensor de Granada en su edición del 28 de septiembre de 1897 recoge lo siguiente:

“Las gestiones practicadas por el Ayuntamiento de Cádiar con el fin de conseguir autorización para celebrar todos los años Feria Real de ganados han dado resultado satisfactorio y en virtud de aquella, á contar de este año, se verificará en los días 4,5 y 6 de octubre la referida feria, que será sin duda una de las más importantes y concurridas de la Alpujarra por la posición central que ocupa Cádiar en la región y el desarrollo que adquieren día en día las transacciones comerciales y el tráfico entre los pueblos limítrofes y cercanos…”
No cabe duda que los primeros años de Feria suscitaron la ilusión del vecindario y las autoridades tenían depositadas grandes expectativas en ella, tanto por la posición estratégica que ocupa Cádiar en la Alpujarra, como por las condiciones del lugar para organizar tal evento,“…su espaciosa riada junto á la villa en la que hay aguas y pastos abundantes para los ganados, sus económicos y cómodos hospedajes, la seguridad personal para los feriantes y la proximidad de pueblos de relativa importancia”, así como la fecha idónea para su desarrollo. Precisamente este último aspecto va a propiciar la queja de Órgiva y de Ugíjar en 1899 ante el Gobernador Civil, al que solicitan el traslado de fechas de la Feria de Cádiar, bien al mes de septiembre, o bien más allá del 15 de octubre, porque se sentían agraviados y perjudicados. En el pueblo, como era de esperar, no sentó muy bien esta iniciativa que se atribuía a los caciques de las otras villas citadas, al tiempo que se proclamaba que Cádiar no tenían la culpa de su ubicación en la comarca, y que” no impone derechos que mermen la utilidad ó beneficio de aquellos que cambien, venden ó compran…” Por eso se rogó al Gobernador que no cediera a las presiones y que diese a estos municipios una lección ejemplar, como parece que sucedió, tal y como se deduce del siguiente comunicado: “y parece que providencialmente ha venido la mencionada sentencia á cortar los vuelos de los consentidos y orgullosos adversarios de esta renombrada feria”. Por ello, tras el análisis de las pertinentes informaciones requeridas por el Gobernador, fue Órgiva la que se vio obligada por ley a celebrar su feria desde el 29 de septiembre al 1 de octubre a partir de 1899. Pero, mientras esta última villa tomó diversas iniciativas para potenciar sus festejos, Ugíjar permaneció impasible y finalmente tuvo que retrasar también su Feria unos días.

 

De exitosos cabe calificar estos primeros años de andadura de la Feria, pues la gran afluencia de público de otras localidades propició en la mayoría de las ocasiones que se realizasen numerosas transacciones de ganado, especialmente el vacuno que obtenía buena cotización, fomentando de paso el desarrollo del comercio local y comarcal: “Es constante la entrada de viajeros de todos tipos que vienen á realizar sus compraventas, y de Jubiles ,Bérchules, Mecina Bombarón, y Trevélez llegan multitud de ganaderos y pastores con sus reses de todas clases, entre los que sobresale el ganado vacuno, distinguiéndose los hermosos becerros cebados de Trevélez(…)Calles llenas de viandantes que se detenían el los mil puestecillos y tenderetes instalados en las aceras; los comercios, abarrotados de mercancías se han visto muy favorecidos por el público”. Aumentaron los ingresos del ayuntamiento hasta el punto de construir este un teatro en 1902, y le dio estabilidad al proyecto: “…la feria de Cádiar en tres años ha resultado una verdadera viña para la antigua corte de Aben Abó.”Aunque también hubo años como 1913 en el que se generó poco negocio, pues la climatología adversa acabó con la cosecha antes de tiempo y no se disponía de demasiado dinero para gastar, por lo que las operaciones comerciales fueron escasas.
La Feria de ganado, como ya se dijo, estaba instalada junto al río. Allí se solían disponer los ventorros o bodegones, especie de casetas rudimentarias donde se refugiaban los asistentes en las horas centrales del día para refrescarse y también donde se cerraban la mayoría de los tratos frente a un chato de vino o un jarro de aguardiente de la Contraviesa. A veces se desplazaban hasta allí las autoridades para inaugurar la Feria, tras lo que se ofrecía un lunch o almuerzo y la Banda de Música local amenizaba el acto con un concierto. El ganado, por su parte, permanecía estabulado mediante una cerca provisional colocada a tal efecto durante los días establecidos para la compraventa (entre tres y cuatro, si bien los festejos tenían una duración más amplia), y bajo vigilancia.
No faltaron inconvenientes para el desarrollo de la fiesta, pues en 1928 la lluvia persistente durante los dos primeros días hizo plantearse la suspensión a las autoridades, si bien luego levantó el tiempo y hubo que montar las instalaciones a toda prisa. Tampoco las continuas prohibiciones y controles por parte de los Gobernadores Civiles de manifestaciones religiosas durante el bienio progresista de la Segunda República afectaron al discurrir de la procesión del Cristo de la Salud. Menos suerte, como sabemos, hubo en 1936 con el estallido de la Guerra Civil al producirse la quema del templo y la destrucción de imágenes entre el 16 y el 20 de agosto de ese año.
Por lo general, el trascurso de la Feria no deparaba incidentes dignos de mención, pero la de 1900 fue una salvedad, pues se produjeron dos peleas con resultados no deseables: “…se encontraban la madrugada del referido día bebiendo aguardiente y comiendo buñuelos,…discutían asuntos de escaso interés, pero trastornados los sentidos por el alcohol, se insultaron y entablaron riña…R.P. y su hijo acometieron con faca á F.R, dándole puñaladas que le ocasionaron la muerte en el acto”. La Guardia civil detuvo finalmente a los agresores, vecinos ambos de Cádiar, al igual que la víctima, en Narila. Y es que, como decían los antiguos: “al vino y al aguardiente de la tierra hay que darles mucha conversación y tratarlos con respeto, pues entran sin que se dé uno cuenta y luego te revuelcan”. Como broche de Feria del mencionado año tuvo lugar otro altercado. “En Cádiar, el último día de feria se suscitó una riña entre Francisco Castillo y José García Millán, vecinos de Bérchules: estos dos tenían antiguos resentimientos…El resultado de la reyerta fue el salir el García con una herida en el labio inferior á consecuencia de un mordisco…”
De los datos que disponemos, se deduce que los programas de fiestas estaban elaborados para dar satisfacción a un público de todas las edades y capas sociales: veladas musicales, conciertos, corridas de cintas, cucañas, vistas cinematográficas, circo ecuestre, funciones cómico-dramáticas, diversos tipos de fuegos artificiales, carreras de sacos, de burros, funciones religiosas, reparto de pan a los pobres, corridas de toros, iluminaciones o elevación de globos y fantoches, estos últimos muy presentes en todas las fiestas de la provincia de Granada hasta mediados de los 70. En 1929 aparecen algunas novedades como concurso de ganados, distintos sistemas de columpios y, coincidiendo con la verbena, Kermés, una fiesta popular al aire libre con bailes, rifas, concursos, etc, con fines benéficos. De esta amplia lista, por su singularidad, merece la pena que nos detengamos primero en las iluminaciones, que en los primeros años de feria, siempre estaban hechas “a la veneciana”, es decir, con farolillos de papel de distintos colores con un quinqué de petróleo o aceite en su interior y se disponía en la portada del templo, procurando que fuese lo más artístico posible y que permitiese disfrutar de los actos celebrados allí. Ni que decir tiene el impacto provocado y las posibilidades que abrió para este apartado la llegada de la luz eléctrica a Cádiar el 5 de julio de 1909: “Con gran contento del vecindario de Cádiar, se ha inaugurado el alumbrado eléctrico en este pueblo, cuyo fluido es facilitado por la fábrica de luz eléctrica, establecido en el término de Nechite,…” Esto permitió la extensión del adorno lumínico a los puntos centrales de la localidad, “Y como nota de distinción y buen gusto, la hermosa iluminación eléctrica de la calle Real, y más aún de las plazas de la Iglesia y la Constitución…”para más tarde instalarse en otras calles y plazas de la población.

 

También son dignas de reseñar las funciones teatrales así como los bailes. En las primeras, solían representarse piezas menores, sobre todo del llamado “género chico”, una obra lírica, costumbrista y muy del agrado de las gentes humildes. En principio, las veladas de teatro tenían lugar en la plaza de la Iglesia, pero a partir de 1902 se desarrollan en un local más apropiado: “…con una compañía del género chico, dirigida por los aventajados hermanos Martínez, en la que figura la primera tiple, señorita Valiente y el maestro concertador D. Juan Redondo; dicha compañía ha sido la designada para estrenar el nuevo teatro que acaba de edificarse, debutando la compañía con una obra de D. Juan Romero de la Torre”. Es evidente que el baile es una marca distintiva de cualquier fiesta y este estaba protagonizado por la banda de música de Cádiar, al frente de la cual, en esta etapa, estaba el maestro D. Justo Castro Pinteño y en los años 20, D. Francisco Sánchez Ruiz. Frente a estos bailes públicos y abiertos a todos los vecinos, marcando las diferencias de clase, se celebraban otros privados o de sociedad, normalmente en casa del algún miembro destacado del municipio: “Por la noche del día 7 se celebró un baile (en) casa del rico propietario D. Eduardo Manzano, al que asistió lo más escogido de Cádiar. Todos los concurrentes fueron obsequiados con pastas y licores en abundancia, retirándose a altas horas de la madrugada…”. Con la inauguración del “Centro Agrícola Católico” en plena Feria de 1925, este notable grupo local desplazará a sus salones sus reuniones y fiestas privadas.
Otra de las apuestas más fuerte de la corporación municipal para hacer más atractiva la Feria fue la celebración de espectáculos taurinos. Ya en 1898 tiene lugar la primera corrida, aunque para que esta se celebrase el alcalde tuvo que solucionar antes otro entuerto, ya que al solicitar autorización al Gobernador Civil para celebrar dos corridas de novillos, “Le ha contestado el Sr. Díaz Valdés que no autorizará tal clase de espectáculos, siempre que los municipios que lo soliciten adeuden cantidades á los maestros de escuela, como ocurre con el de Cádiar”. Precisamente se acusó al enseñante citado arriba de haber denunciado el impago a los maestros ante el Gobernador Civil, lo que propició que se le acosase verbal mente, llegando incluso dos individuos a acorralarle, a fin de darle un escarmiento: ante tales hechos, Juan Romero de la Torre se vio obligado a emitir un comunicado en el diario La Publicidad para defenderse de las acusaciones y negar cualquier intervención suya en el referido contencioso.Aunque la mayoría de los años se contaba con cuadrillas de segunda fila, en estos primeros se contrató varias veces a Lagartijillo Chico, un jovencísimo y voluntarioso novillero granadino con cierta proyección en esas fechas, lo que derivó en una gran afluencia de personas venidas de muchos rincones de la Alpujarra, con el consiguiente beneficio económico que ello comportaba. Lo realmente extraño es que desde 1908 hasta 1936 no aparezca anunciado ningún evento taurino en los programas de fiestas conservados que hemos podido consultar.
El último día de Feria estaba marcado por la fiesta religiosa y procesión del Sto. Cristo de la Salud cuyo inicio era en torno a la seis de la tarde, aunque algún año como en 1928 su salida se produjo al anochecer. De su discurrir ya nos lo reflejó perfectamente Francisco García Valdearenas a través de la revista de la Asociación Cultural “La Casa de Cádiar” en 2008. Ahora bien, podemos agregar algunas pinceladas sueltas: la jornada empezaba en ocasiones bien temprano con el toque de diana a las tres de la madrugada, a las cinco se cantaba el Rosario de la Aurora, para entorno a las diez, celebrar misa en la iglesia o, en alguna ocasión, en la ermita de San Blas.
En definitiva, Cádiar se abre al siglo XX con una nueva Feria para la Alpujarra que por su singularidad ha pasado a ser patrimonio cultural y orgullo de todos los cadiarenses.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
El Defensor de Granada. Varios. (1896-1936).Biblioteca Virtual de Andalucía. Granada.
La Alianza.23-5-1897.Hemeroteca Casa de los Tiros. Granada.
La publicidad. Varios. (1897-1936). Hemeroteca Casa de los Tiros. Granada.
Ideal. Varios. (1932-1936).Biblioteca de Andalucía. Granada.
Acosta Estévez, G: “La Alpujarra: catástrofes y calamidades para un triste fin de siglo”. Los valles prodigiosos, La Alpujarra. Entre Ríos nº 19-20. pp. 102-108. Asociación Minerva de Arte y Letras. Granada 2013.
García Valdearenas, F: “La Feria y el Cristo de la Salud”. La casa de Cádiar, Yátor y Narila, nº 32, pp. 6-7. Asociación Cultural “ La Casa de Cádiar”,2008.
González Blasco, J: Órgiva, Hitos de su Historia. Vol. II, pp. 1030-1040. Imprenta Hermanos Gallego. Órgiva 2002.
Ocaña, F: “Recuerdos de las Ferias de mi niñez y juventud”. La casa de Cádiar, Yátor y Narila, nº32, pp5-6. Asociación Cultural “ La Casa de Cádiar”, 2008.
Ruiz Fernández, J: “ La conversión de la Virgen del Rosario en “Virgen del Martirio”, Patrona de la Alpujarra”. I Jornadas de Religiosidad Popular. pp. 520-524. Instituto de Estudios Almerienses. Biblioteca Electrónica. Diputación Provincial de Almería, 2007.
Vargas Lorente, P: Un fin de siglo (1886-1900). Ayuntamiento de Albuñol 2003.

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